Maravilla del mundo: la ciudad colonial románica de Timgad en Argelia

19 de abril de 2024

A la sombra de las montañas aureoladas del amanecer, surgió Timgad, una ciudad olvidada por el tiempo, inmersa en los restos del Imperio Romano, con sus columnatas erigidas como centinelas inmortales. Era un lugar donde las piedras susurraban historias olvidadas, donde cada paso resonaba como un eco lejano de una grandeza pasada.

En el corazón de esta antigua ciudad se encontraba un majestuoso foro, donde los ciudadanos de la época se reunían para discutir los asuntos de la ciudad, intercambiar noticias y celebrar los triunfos del imperio. Pero bajo esta apariencia de grandeza, Timgad también mostraba las cicatrices del tiempo y la historia. Entre las calles adoquinadas y las ruinas vivían multitud de personajes, cada uno con su propia historia que contar. Estaba Marco, el soldado romano, atormentado por los horrores de la guerra y buscando redención. También estaba Leila, la hija del alfarero, cuyas hábiles manos esculpían en arcilla obras de sorprendente belleza, pero cuyo corazón estaba atormentado por un amor imposible.

Y luego estaba Lucius, el escriba, que registró la historia de la ciudad en pergaminos antiguos, con la esperanza de preservar el pasado para las generaciones futuras. Es a través de los ojos de estos personajes, y de muchos otros, que la historia de Timgad se revela como un cuadro vivo, que mezcla pasión, traición y la eterna esperanza de la humanidad frente a los tumultos de la historia.

Pero sobre todo se alzaba la amenazadora sombra del colapso del Imperio Romano, una sombra que parecía extenderse inexorablemente sobre la ciudad y sus habitantes. Y en medio de este caos inminente, los destinos de Marcus, Leila, Lucius y tantos otros estaban entrelazados, como hilos invisibles tejidos por el destino mismo. Timgad era mucho más que una simple ciudad antigua. Era un símbolo de la grandeza y la fragilidad de la humanidad, un testimonio eterno de la lucha incesante entre la luz y las tinieblas, entre la gloria y la decadencia. E incluso cuando las últimas piedras de la ciudad se hayan derrumbado, su historia seguirá resonando a través de los siglos, como un conmovedor recordatorio de quiénes somos y qué podríamos llegar a ser.